de 1942:
El cónsul alemán decide poner en venta la espaciosa finca que poseía en Cabo de Palos en cuyo interior se encontraba la única y pequeña ermita en servicio en el poblado.
El acontecimiento tuvo una fuerte repercusión entre los residentes lo que obligó a la Iglesia española a acelerar el proyecto de construcción de algún tipo de instalación religiosa para satisfacer la fuerte demanda que la feligresía estaba empezando a pedir con la implantación del nacionalcatolicismo en la sociedad española.
La nueva iglesia tardaría varios años en convertirse en realidad.