de 1912:
Una larga estancia del poeta Salvador Rueda en Cabo de Palos provoca la aparición de artículos elogiando su labor como el que escribió su colega, el también poeta, Miguel Pelayo…
“En las playas de Cabo de Palos, Salvador Rueda, que es tan enamorado del color como del ritmo, moja sus pinceles en el arco iris y sustenta en el alma el gusto por el ritmo embriagándose con las armonías del mar; hace versos sin querer, como Ovidio y de su espíritu vidente huye espontáneo un manantial de poseía que animará genialmente su obra definitiva: un poema dramático de brava concepción, del que estamos pendientes los que tenemos fé en este supremo artista.
El poeta español halló en las bellas playas levantinas la ingénua admiración, el agasajo apasionado de gentes modestas cuya rústica bondad hace sonreír patriarcalmente el cantar de los humildes y de los sanos de corazón, y la bizarra esplendidez, cien veces española, del rico minero D. Antonio Espinosa que hospedó regiamente al poeta-rey.
Los versos se escriben aquí ‘ellos solos’, dice el poeta, y se desborda en exaltadas efusiones para Cabo de Palos, para sus nobles gentes, para sus espumas, para su cielo, para sus gaviotas, en una explosión de amor a todo, a seres y a cosas, que inflama su corazón optimista en el que late el genio de la casta.
Gustosamente haría de Cabo de Palos su residencia ordinaria este mágico poeta ¡con cuanto placer viviría aquí! Exclama Rueda, soñando en una casita suya y sencilla que pone su blancura y su coquetería de paloma junto a la maravilla azul del mar.”