de 1969:
La prensa nacional adelanta una nueva oleada constructora para La Manga en aplicación del previsto Plan de Desarrollo.
En una primera fase se invertirán tres mil millones más de pesetas para erigir cuatro mil quinientos apartamentos destinados a un turista de alto poder adquisitivo, procedente de países nórdicos y de Suiza.
Una de las empresas dispuesta a este nuevo empuje constructor fue Eurovosa (Europea de Viviendas y Obras S.A.), que inició la captación de futuros clientes a principios de año, ofreciendo un aval bancario del Banco Bilbao durante el periodo de construcción del apartamento (“al portador y endosable en cualquier momento”), y un certificado de depósito bancario por el coste de la vivienda. La constructora atraía, así, capital especulativo ofreciendo unas plusvalías “siempre crecientes” en La Manga; lo que le permitía ofrecer a los futuros compradores un diez por ciento de beneficio neto anual libre de impuestos durante, como mínimo, los primeros cinco años. La dinámica en que había entrado La Manga con este modelo hacía prever el colapso en el que entraría por saturación de suelo urbanizable en cuanto los Maestre empezaran a vender parcelas a empresarios.
Según Eurovosa…
“…los bienes raíces son bienes firmes; no están sujetos a fluctuaciones. Su valor no solamente permanece, sino que se mantiene en crecimiento.”