de 1604:
Un ejemplo de la búsqueda de recursos económicos para la construcción de torres de vigía podemos encontrarlo en una carta del Marqués de los Vélez, fechada en Mula y dirigida a la ciudad de Cartagena, donde informa de la necesidad de “no desistir” de la financiación procedente de los pescadores de la zona para la construcción de la de El Estacio:
“…las diligencias que se siguieron para la fabrica de la torre del Estacio fueron por mano del [ilegible] cap general… …mayores cosas que sea del gusto sera bueno que no se desista de la licencia que [ilegible] del impuesto del pescado”
A esta torre la llamaron “San Miguel” y se incluía, junto a su construcción, una casa para albergar las pertenencias de la guarnición de un cabo y seis soldados. Esta dotación de vigilantes, obligada a pasar largas temporadas en El Estacio, hacía necesario garantizar el mínimo suministro de alimentos. Esto se logró manteniendo una encañizada cercana y arrendándola, durante los primeros ocho años, a Juan Fernández Heredia, vecino de Murcia.
Las torres, empero, no siempre garantizaban la tranquilidad de la zona.