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Entrevista a Jesús Álvarez, farero de Cabo de Palos

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“La profesión de farero se está extinguiendo”

Ser farero de Cabo de Palos es un privilegio que pocos pueden contar. Subir a lo más alto y presenciar una de las mejores vistas de todo el litoral es un privilegio al que ya se ha acostumbrado. De hecho, además de subir se ofrece a hacernos fotos ya que “para mi es normal, pero entiendo que mucha gente puede subir sólo una vez en la vida”. El paisaje no deja de ser menos que espectacular aunque para llegar a lo más alto hay que subir por 260 escalones donde los novelescos pueden imaginarse las miles de historias y calamidades que podían pasar los antiguos fareros. El interior puede llegar a ser por momentos claustrofóbico, pero llegar a la cima es una de las mejores sensaciones que se pueden tener. El faro cumple 150 años hoy día 31 de enero y La Voz de La Manga ha querido hablar con uno de sus cuidadores. Este gallego de nacimiento vino a Cabo de Palos hace casi treinta años para hacer windsurf, y desde entonces se ha enamorado del trabajo, del clima y de sus gentes. Jesús es una persona amable, abierta que nos muestra una de las maravillas de la zona.

¿Cómo acabó usted en Cabo de Palos?

Trabajaba en varios faros de Asturias y en aquella época como éramos funcionarios del Estado podíamos elegir destino. Mi mujer y yo nos gusta el windsurf y elegimos esta zona. Nos encantó desde el primer día ya que el clima es muy distinto. Allí pasábamos mucho frío y al venir aquí fue todo muy distinto. La gente, la zona y la gastronomía son espectaculares.

¿Cómo es el oficio de farero?

Es una profesión que se extinguirá cuando se jubilen los últimos fareros. Incluso, ya no se nos denomina así sino técnicos mecánicos de señales marítimas; ya quedan pocos faros que no estén automatizados y hace bastantes años que no se convocan oposiciones a fareros en España. Antes el farero no tenía horarios y era más duro, pero ahora las torres están automatizadas y tenemos una rutina de mantenimiento, fundamentalmente.

Linterna del faro de Cabo de Palos
Linterna del faro de Cabo de Palos / Pedro Conesa

¿Cómo ha cambiado el faro de Cabo de Palos en los últimos treinta años?

Está todo automatizado y el farero ya no está solo. En Cabo de Palos somos cuatro y nos encargamos del funcionamiento de los faros desde Águilas hasta el del Estacio, en La Manga. El oficio de farero ha cambiado y está en extinción ya que en 1993 nos obligaron a escoger si queríamos ser funcionarios, en los que se iban a distribuir por varios departamentos de la administración o pasar a ser técnico de señales marítimas. Desde entonces ya no hay más oposiciones y cuando se jubilan ya no hay repuesto porque la tecnología hace parte del trabajo. Además, la tendencia ahora es que se subcontrata algunas labores del mantenimiento ya que se ahorran costes.

¿Cuál es un horario de un farero?

Nuestra jornada laboral comienza sobre las ocho de la mañana hasta pasadas las dos. Tenemos un teléfono de servicio al que estamos permanentemente conectados. Nos avisan de cualquier incidencia de todos los faros de los que nos encargamos de la costa. Siempre vamos en parejas ya que trabajamos con riesgo eléctrico y altura porque algunas actuaciones de mantenimiento son peligrosas y tenemos que estar pendientes los dos. Tampoco sabemos dónde vamos a estar porque de repente nos pueden avisar que existe algún problema en Águilas como en Cabo de Palos.

¿Es romántico el oficio de farero?

Llevo muchos años y lo considero normal. Me he acostumbrado a las vistas aunque hay muchos que lo envidian. Por ejemplo, los amigos de mis hijos siempre querían hacer aquí sus reuniones porque a todos les gusta la casa. Entiendo que es algo distinto y que sorprende y con el paso del tiempo lo veo normal. Hay gente que visitar la parte alta del faro sólo les ocurre una vez en la vida y entiendo su ilusión.

Vista del faro de Cabo de Palos
Vista desde el faro de Cabo de Palos / Pedro Conesa

¿El faro es uno de las edificios-monumentos turísticos más visitados de la Región de Murcia?

El trasiego de gente desde las siete de la mañana es impresionante. Dura todo el día y viene gente de todo tipo. Puedes ver a las típicas señoras caminando como a un grupo de ciclistas que concluyen su ruta en el faro. En verano la situación se multiplica y hay mucha gente. Incluso, muchos intentan subir a ver el faro por dentro. Ya ni me acuerdo de las veces que me han tocado el timbre pidiendo visitarlo. A veces, les dice que no se puede visitar y se cabrean. Incluso, alguna vez nos hemos encontrado a gente dentro de las viviendas que han pasado sin llamar.

El faro no es visitable, ¿Sería bueno que algún día lo fuese?

No lo creo. Esto es un edificio precioso, al que nosotros nos encargamos de su mantenimiento y mejoras, pero no podríamos estar pendientes de las visitas. Es delicado subir los escalones porque está el pasillo estrecho y podría ser peligroso por las caídas. Si viene un colegio es peligroso para los niños como si viene un grupo de personas mayores. No sé si la Autoridad Portuaria lo ha planteado alguna vez, pero habría que tenerlo todo muy bien pensado.

¿Cómo es vivir en el trabajo?

(Ríe) como todo en la vida hay cosas buenas y cosas malas. Es una comodidad porque no tengo que coger el coche para ir a trabajar y la tranquilidad de vivir aquí hay pocos sitios que lo puedan igualar. Lo único malo es que muchas veces podemos estar conectados las 24 horas pero las vistas y la comodidad con la que se vive aquí muchas veces compensa lo malo.

¿Cuál ha sido su peor día desde que lleva de farero?

Recuerdo cuando cayeron dos rayos de una vez y lo quemó todo. Todos los aparatos eléctricos de las viviendas se quedaron calcinados como los televisores o estufas. No nos dimos cuenta ni escuchamos nada, sólo que olimos a quemado y cuando dimos una vuelta de reconocimiento lo vimos todo. Fue la única hora después de 150 años en los que el faro ha estado apagado. Lo solucionamos rápido. También otro día que vimos el naufragio en Cala Fría de un pesquero que tenía una vía de agua y fue una situación bastante complicada.

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Redacción de La Voz de La Manga.

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