A veces le toca a uno estar a la contra, aunque ya empiezo a preocuparme, porque últimamente me toca estar a la contra más de lo que quisiera.
Las redes sociales, ya saben, esa mente colmena donde todos opinan y pocos reflexionan, donde si tu posición es contraria a la de la mayoría, te fusilan al amanecer con total impunidad. Donde la pasión se impone a la razón. Últimamente y con distintos padres, se están manifestando por la defensa del Mar Menor. No seré yo el que esté en contra de su defensa, ni mucho menos, pero convendrán conmigo en que puede haber distintas formas de defender a nuestro mar y a la gente que vive en su ribera y de su ribera. Que solo militando en algunas asociaciones fuertemente politizadas se puede opinar sobre su defensa sin temor a acabar con la cabeza clavada en una pica, a la altura de la Torre Garciperez.
La politización de todos los problemas que nuestra sociedad está sufriendo nos lleva sin remisión a la radicalización de los actores que intervienen en ella. Donde tirarse a la cabeza cestos de peces muertos se ha convertido en el deporte regional. Ecotalibanes compiten ahora con agricultores por pesar cada cesto y culpar al otro.
En esta tierra tenemos tres sectores principales y las soluciones que la mayoría plantea limitan e impiden la supervivencia de los demás.
Sin agricultura tendremos ruina; sin los viajeros perderemos la oportunidad de ofrecer a nuestra tierra el crecimiento y el prestigio que solo da el turismo; sin un medio ambiente cuidado no serán posibles ningún sector económico de los anteriores.
Convendrán conmigo en que la inacción de algunos de nuestros políticos ha afianzado en una posición extremista y verde a algunas asociaciones que ahora aprovechan para llevarse su parte. No necesitan los recursos económicos de nuestra tierra y nuestro mar, viven de otra cosa y no comprenden a la gente que vive en la zona, por eso exigen soluciones radicales que llevarían al campo de Cartagena a finales del siglo XVIII. Un paisaje bucólico formado por algarrobos en la lejanía y de cebada cuando llueva, y todo ello sin el menor rubor.
Con engaños nos han vendido una soga verde. Entiendan que revelar el truco haría que éste perdiese su encanto, o peor aún, que usted despierte del coma, abra los ojos y empiece a ver lo que se esconde detrás del escenario. Así es más fácil convencerle de que sus impuestos y sacrificios sirven para paliar todas las injusticias de este mundo.
Poco a poco todos tendremos una soga verde apretándonos el cuello, la hemos comprado nosotros, la estamos pagando con el recibo de la luz, cuando ponemos gasolina en el coche…Esta soga nos ha salido muy cara. Los derechos de emisión de carbono están condicionando para bien o para mal el futuro de nuestros hijos. Se nos ha vendido que lo verde es bueno, pero no nos están contando lo caro que nos va a costar. Convendrán conmigo en que no hay nada hay más resiliente y ecológico que la miseria.
Si no buscamos una solución para todos a este problema, si la solución ha de ser a costa de los demás no tendremos solución para ninguno, y será el fracaso de todos. Espero que nadie presuma de solucionar el problema de un sector si supone la ruina para los demás.
No crean que pienso que hacer nada sea lo más adecuado, ni mucho menos, pero entiendan que con esta “promoción” se le está haciendo mucho daño también a distintos sectores económicos y vecinos de la zona.
La edad y la experiencia me han vuelto escéptico, y en consecuencia permítanme que dude de que las grandes declaraciones políticas nos traigan implícita una solución, solo son propuestas… Pero si puedo asegurar que el daño a la zona turística está siendo cuantioso y evaluable, el perjuicio a nuestro campo ya se puede medir y tendremos que sumarlo al pésimo estado del Mar Menor.
Todos tenemos una soga verde preparada; los agricultores una muy verde, otra para los hosteleros, una especial para los constructores de la zona, otra para los propietarios de las viviendas y una con nudo marinero para los pescadores… todas colocadas con esmero y a medida en el Puente de la Risa para poder colgarnos de ellas… Al final, ya con la cabeza inclinada hacia adelante, casi sin aire, veremos pasar las doradas y los caballitos de mar cantando debajo del agua.
«La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio» (Cicerón)
Diego de Haro
PUES ARMEMOS Y RECONSTRULLAMOS NUEVAMENTE LA TORRE DE GARCIAPEREZ, Y NOS INDIQUE CON
SUS CAÑONAZOS QUE YA ESTAN LOS CULPABLES AQUI , Y QUIENES SON LOS CAUSANTES DEL MAL
QUE NOS ATAÑE. Y LOS CULPABLES HISTORICOS Y ACTUALES DEL DETERIORO DEL MAR MENOR.
SOGA VERDE PARA ELLOS.